Heroína antioqueña, así la califican los historiadores que sobre ella escribieron. Luchó en la batalla de Salamina, marchó junto con su padre y su hermano vestida de militar, de lanza en mano y cabello corto, exponiéndose a las críticas y los runrunes de la época. Fue a la guerra motivada por su esposo, éste yacía preso en Rionegro, humillado y torturado. Ana María, tomó personal la afrenta, como en realidad lo era, y puso su vida a la orden de los patriotas.

Nacida en Sonsón en diciembre de 1812, se destacó por su brillantez, hablaba, además del castellano, inglés y francés. Se casó a los 19 años con un comerciante de oro sueco, Pedro Nisser, y se marchó a vivir a Medellín donde continuaría sus estudios. Manuel Pombo, escribió sobre ella lo siguiente: Era de rasgos fisonómicos que revelaban inteligencia, imaginación y vehemencia de sentimientos; buen cuerpo, tez perlina, cabellos, cejas y ojos negros y briIlantes, modales desembarazados y conversación viva y afluente.

En 1840 estalló en Antioquia (así como en otras provincias) la revolución, con el propósito de derrocar el gobierno de José Ignacio de Márquez, movimiento que se extendió hasta el año de 1841, cuando sucedió el combate de Salamina, cuyos protagonistas fueron el mayor Braulio Henao contra el coronel José María Vesga. A raíz de estas contiendas, Pedro Nisser fue puesto preso en Rionegro y maltratado, hecho que llenó de desconcierto y de justa ira a su esposa, quien se decidió a combatir como soldado a favor de su causa y, a la vez, para lograr con ello la excarcelación de su marido.

Escribió un Diario de los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia en los años de 1840 y 41, que fue publicado en Bogotá en 1843, probablemente el primer libro publicado por una mujer colombiana.

Es recordada como heroína por su valor para ir a la guerra, así como por su grandiosa inteligencia y habilidad literaria. Es considerada la primera escritora de colombiana

Murió en Medellín en 1872. Su esposo estaba en ese momento en Australia, buscando oro, desde hacía varios años. En 1876 volvió don Pedro Nisser a Medellín, trayendo una lápida esculpida en Suecia para la tumba de su esposa, que fue enterrada en el cementerio de San Lorenzo de esa ciudad.

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