Conoce nuestra historia. La historia no contada de los Paisas. En este artículo encontraras  un pequeño documento con varios abre-bocas de capítulos escritos por el autor del libro EL PAISA Y SUS ORÍGENES, con el fin de que las personas se vayan enterando del tema del libro y conozcan mas acerca de la historia Paisa y nuestro origen. Algunos párrafos están escritos tal como lo escribieron los cronistas, en un español viejo, que a simple vista parece mala ortografía y se encuentran entre comillas “”

EL PAISA Y SUS ORÍGENES.‏
(ABREBOCAS)

 

CAPÍTULO 31

El primero que se enteró del gran dorado Caramanta, situado entre los Departamentos de Risaralda y Chocó, fue Balboa; el cacique Panquiaco se lo había descrito y su amante Anayansi, en mal castellano le detalló las distancias y las dificultades que habría para llegar hasta él; Balboa calculó una distancia de 40 leguas hasta el Páramo de Tamaná o de Samarraya (Risaralda). Cuando el cacique Panquiaco vio a Balboa disputando por oro, le dijo que él lo llevaría a una región riquísima de oro. La información y la arenga del cacique Panquiaco a Balboa anunciando el dorado de Tatamá, la resume Pedro Mártir de Anglería así: «…Y queréis sin embargo, de alhajas primorosamente labradas, fundirlo en rudas barras (pues llevaban consigo instrumentos de fundir). Si tanta hambre tenéis de oro que por él perturbáis a tantas gentes pacíficas, padeciendo calamidades, desterrados de vuestra patria por todo el mundo, yo os enseñaré una región abundante de oro, donde podéis saciar esta sed. Pero es preciso que acometáis esta empresa con más gente, pues tenéis precisión de vencer por fuerza de armas a reyes poderosos, defensores acérrimos del territorio patrio. Entre otros se os opondrá el rey Tumanamá, cuyo reino tiene más oro que todos los demás, y dista de nosotros nada más que seis soles…» (Anglería de Op. cit. Dec. II p. 144).

CAPÍTULO 32

Uno de los trabajos que tuvieron que asumir los Gitanos ubicados por los Españoles en la Alpujarra, fue la fabricación de elementos forjados y sobre todo pailas; en todas las moliendas de Copacabana, Girardota y Barbosa necesitaban muchas de ellas. La fabricación de pailas fue un trabajo especializado y delicado; no todos los Gitanos lo sabían, pues no era un arte generalizado, además exigía cierta pericia que se adquiría después de cierto tiempo; los que sí se generalizaron fueron los Gitanos amansadores; los amaestradores de bestias se establecieron en varias Villas y otros como arrieros en las minas de oro; hubo entre ellos un cierto número de artesanos sedentarios, especializados en los oficios de la fundición y de la herrería; conocían de aleaciones de metales, del forjado y del vaciado. De nuevo, «…decíamos que los jitanos o ejipcianos se habían establecido en el valle de Aburrá, i allí se han aumentado en todo ese dilatado país; siendo con ellos que se fundó la villa de la Candelaria de Medellín, por un soldado nieto de los de la conquista de Méjico en recuerdo de la patria de don Hernando Cortéz en España…» (Campo i Rivas, citado por Mesa B. p. 170).

CAPÍTULO 33

La población Catía del suroeste Antioqueño, era muy numerosa y rica; en las regiones de Iraca también vivían otras etnias, como los Caramantas y los Chamíes y otros grupos extraños que comerciaban con oro; los caciques Catíos se adornaban con coronas, brazaletes y tobilleras de oro: por eso los Españoles permanecieron muchos días en la provincia Catía de Iraca. Las comarcas más ricas de esta provincia fueron los asentamientos donde hoy están Jericó y Andes. La zona de Andes fue muy guaqueada en el siglo pasado según unos informes curiosos que trae Arango. «…A pocos kilómetros de la ciudad de Andes, se fueron dos hombres casados, con unos peones a guaquear en 1851 y sacaron una tumba de 2 metros de diámetro por 16 de profundidad; bóveda de 4 x 4. Los dos dueños de la guaca se pusieron a barrer la bóveda que estaba en claro, y el oro que encontraban lo echaban en un canasto y ordenaban a los peones que lo sacaran afuera; cuando habían sacado más de 85 libras de oro fino, se derrumbó la tierra del borde de la guaca y tapó la puerta de la bóveda, quedando los dueños del oro allá adentro. Los peones en vista de tal suceso, echaron ese oro en unos costales y se fueron para donde las mujeres de los difuntos a entregarles el oro y a darles la buena nueva de la suerte de sus maridos. Es natural que tapada con tierra la puerta de la bóveda, pronto les vino la asfixia a los desgraciados guaqueros, y allá estarán aguardando a que los saquen. La guaca está sin acabar de barrer; en el oro sacado figuraba una diadema de 10 pulgadas de diámetro, ancho de la cinta 4 pulgadas; de el borde de la cinta se eleva una frentera en forma de penacho, como la parte alta de una custodia de un templo católico…» (Arango p. 191).

CAPÍTULO 34

En sus crónicas no dejó Cieza el nombre del cacique principal de Buriticá; parece que el nombre de un jefe era Tateepe, según Piedrahita «…El cacique principal de los Buriticáes se llamaba Tateepe y era muy dado a la antropofagia. Llamó la atención de los conquistadores por su alta estatura y sus barbas. Siempre iba acompañado por un séquito compuesto por sus principales capitanes…» (Piedrahita p. 109). ¿Quién era este señor con barbas? Parece que en varias provincias de los Catíos actuaron caciques de otras razas y portes y además con atuendos muy diferentes a la mayoría de los indígenas. El pueblo de Buriticá tenía en sus alrededores socavones y talleres de mineros y de horticultores, pero la cúspide minera y las laderas del cerro las encontraron los Españoles muy áridas y sin bosques; posiblemente los indígenas habían quemado muchas toneladas de madera en los múltiples hornos de fundición.

CAPÍTULO 35

Para los jefes muertos, los Catíos fabricaban gigantescos hipogeos y los llenaban con gran cantidad de tesoros; por ejemplo «…en Urrao en una guaca encontraron un sarcófago de barro cocido y dentro de éste el cadáver de un indio tapado con arenas de oro…» (Arango Tomo II p. 373). Fue costumbre de la etnia el levantar montículos o pirámides de tierra hasta de 7 metros de altura como los que conocimos en Frontino y en el Cerro Plateado; por ejemplo, en Urrao un montículo tenía forma de pirámide de 3 niveles y 9 metros de altura. La gente comentaba que los Catíos lo habían construido para sepultar al cacique Toné, pero después prefirieron esconder el cadáver en otro lugar secreto. (Información personal de «Mansión» Gaviria en 1980). Cieza dice que «…quando se mueren los principales señores destos valles, llóranlos muchos días a reo: y tresquílanse sus mugeres y mátanse las más queridas, y hazen una sepoltura tan grande como un pequeño cerro; la puerta della hazia el nascimiento del Sol. Dentro de aquella tan gran sepoltura hazen una bóveda mayor de lo que era menester, muy enlosada y allí meten al difunto lleno de mantas y con él, oro y armas […]; con su vino hecho de mays o de otras rayzes han embeodado a las más hermosas de sus mugeres y algunos muchachos sirvientes los metían bivos en aquella bóveda…» (Cieza p. 56). En todas las provincias Catías fueron comunes las lajas de piedra en los hipogeos y las urnas funerarias con tapas.

Capítulos 26 – 30  | Capítulos 36 – 40

Ver También 
Diccionario Paisa

 


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